Malabares con fuego en El Circo de las Quejas,
O todos disfrutan de lo que dicen sufrir,
O todos sufren de lo que dicen disfrutar,
O nadie entiende ni la carcajada ni el desconsuelo…
Las equilibristas recorrieron veinte metros de cuerda floja cargando ciento cincuenta kilos, y al llegar a la meta, se arrojaron de cabeza a la piscina con pirañas. Nadie rió porque ninguna de las suicidas dejó en claro si lo sufría o lo disfrutaba, si lo elegía o si sólo acataba…
Un matrimonio de trapecistas recitó un poema muy viejo y muy mediocre que conmovió hasta las lágrimas, y se ganó los aplausos de pie cuando sucumbieron a las sogas mal atadas de los trapecios, cayendo sobre un nido de topos hecho de topacio y bañando con muerte el típico tópico de la tragedia romántica tipo.
Pero ni los animales muriendo de hambre que bailaron de pie por comida, ni los fenómenos que se dejaron humillar para que no los maten después de la función, ni ningún otro morboso espectáculo infrahumano despertaba mas sensaciones como los prolijos, hipnotizantes y a penas inverosímiles malabares con fuego del Circo de las Quejas.
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