Vos, que estás a una mirada de distancia Vos, que le hablás a mi silencio, Vos, que te contestás con mi apatía inverosímil, Vo...

Vos


Vos, que estás a una mirada de distancia
Vos, que le hablás a mi silencio,
Vos, que te contestás con mi apatía inverosímil,
Vos, que rogás por un abrazo
porque tenés frío
y en el lecho de la noche
y ante tanto invierno y tanta oscuridad
le preguntás a la vida
dónde estará la persona que ayer te dijo
“Te amo”,
porque el cuerpo sentado en el suelo frente a vos 
fue devorado por una misteriosa quietud psico-física, 
y no pueden ser la misma persona, 
porque sólo una de ellas puede ser una persona; 
la otra sólo debe ser un cuerpo, 
¿y cómo un cuerpo puede ser una persona 
estando sentado 
en el frío lecho de la noche
ante tanto invierno y tanta oscuridad...?
Y sin embargo...
dentro de ese silencio,
atrapado entre los amurallados límites del orgullo,
él gritaba tu nombre,
y también él rogaba por un abrazo,
un ruego que moría joven sin poder llegar a la garganta.
Y decía que todos los besos y abrazos ya eran tuyos,
que te podías servir cuando quisieras.
Que estaba todo bien.
Que no había problema.

Vos que estás a una mirada de distancia,
sos lo único que quiero
cuando no soy capaz de admitir
que tengo miedo de perderte.

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