Que sigas sonriendo,  que sigas divirtiendo, que sigas curando con ese humor de carcajadas contagiosas… Que sigas siendo capaz de des...

Un rezo involuntario

Que sigas sonriendo, 
que sigas divirtiendo,
que sigas curando con ese humor de carcajadas contagiosas…
Que sigas siendo capaz de desenojarte a velocidades olímpicas,
que sigas siendo tan inmune a rencores, tristezas 
y otros sentimientos antidigestivos.
Que sigas haciendo los mates amargos más dulces del mundo.
Que sigas copypasteando en los demás ese amor por los animales.
Que seas feliz, que sigas siendo feliz, que sigas.
Que seas feliz, que busques esa cosa que supuestamente todos buscamos.
Que no te conformes con esquivar tus miedos, 
o con caerle bien a la gente, 
o con que te acepten. 
Que encuentres algo que te dé esas insoportables ganas de vivir, 
de salir por la ventana, 
de gritar que amás hacer lo que hacés, 
y que te den las pilas para correr, saltar, bailar 
o revolear los brazos y piernas en el pogo de un reci de black metal; 
o lo que se te ocurra.
Que sigas siendo feliz, si ya lo sos, 
y que si mi distancia ayudó en algo, 
que no sea en vano, por favor, 
que me costó un ojo de la cara. 
Y que mis aciertos y desaciertos 
te hayan dejado una idea más clara de qué querés en la vida.
Y que sigas; en el peor de los casos. Que sigas.
Porque sí, todavía me importa. 
Es uno de los impuestos que se garpan por ser medio pelotudo. 
Pero no me quejo, me parece bien, 
porque con estas políticas 
la vida
nos incentiva a no estancarnos, 
a que superemos los dramas, 
a que continuemos… 
a que sigamos…


...Y si no es mucho pedir, 
que me recuerdes. 
Capaz sea demasiada exquisitez
pedir que sea con cariño, 
así que sólo pido memoria, 
y con una o dos veces por año me conformo. 

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