Yo solito me metí
en la boca del lobo.
Fui a ver qué onda
con la misma ingenuidad
de cualquier boludo.
Y sólo estando ahí
me puse a pensar
que los lobos
no leen a Marx
ni a Simone de Beauvoir,
y que sólo comen verduras
cuando las encuentran
por accidente
escarbando
en el delicioso vientre
de una víctima
todavía tibia.
Convivir con los lobos
o convertirse en uno
son los desafíos;
Ser la cena
es lo más sencillo.
Foto: Samatha Vipassana

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